viernes, 1 de junio de 2012




Los días se hacen cortos y aburridos, las noches largas y inacabables. Es como si se hubiese ido toda la energía de la habitación, ahora solo quedan un par de cajas mal puestas y una cama sin deshacer. En mi parte todo sigue intacto quizás por esa estúpida obsesión de alargar las cosas al máximo, seguramente hasta el punto que ya no queda otra más que despedirte. No me gustan las despedidas, y menos las despedidas a destiempo. Pero como alguien dijo la vida es aprender a despedirse, y en cada una que pasa lo haces mejor. Aprender a despedirse de los momentos, de los amigos, de los conocidos, de las noches en vela, de las risas, de las lagrimas, de los viajes, de las experiencias únicas...de todo un poco. Despedirse es una palabra fea, nunca fue concorde con mi personalidad, algo que nunca esperas pero que sin embargo ocurre, como todo. Y es que quizás aunque tu no lo sepas, puede que seas la primera...pero estar aquí en esta habitación, entre estas cuatro paredes para disfrutar un poco más de ti, no creo que sea lo más inteligente, ni tampoco lo que quieras. Un día mas un día menos puede que lo cambie todo o nada. Pero ya es hora de llegar  a mi casa, de despedirme y de quizás hacer un resumen o un punto y seguido de lo que nunca quise acabar.




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